LA NOSTALGIA A MI ABUELA
Algún comentario me llevó al recuerdo de mi abuela. Sentí una gran nostalgia hacía ella. No fue una abuela cualquiera,(ninguna lo es ¿no es cierto?) estaba llena de vida, aunque se marchitara por dentro, pero era tan independiente, tan risueña... La llamaba Lola Flores, por su genio, su desparpajo, su carisma
tantas y tantas cosas, que cuando se fue dejé hasta de creer en Dios. Él lo sabe cuánto me enfadé porque se la llevó sin poder despedirme de ella. Sentí esa misma mañana que me llamaba, sentí un enorme escalofrío recorriéndome el cuerpo, cuando me pareció oír su voz diciéndome: "Niña"...y la llamé... pero me contestó la vecina ... y sin que me dijera nada, lo intuí. Supe que ya no la volvería a ver con vida... (este texto algunos lo conocen, pero hoy quiero compartirlo de nuevo con ustedes...si me lo permiten, claro). Por ti abuelita, estés donde estés, porque tienes que estar armándola en algún lugar. Eso espero:
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La nostalgia va unida a la ternura y la ternura al arte de amar. La nostalgia es mi recuerdo, mi mirada hacía atrás con romanticismo y quizás con algo de tristeza si el causante de estos sentimientos ya no está, con nosotros.
Puede que sea como echar de menos a olores, momentos, sonidos, miradas, lugares o personas que dejaron su huella indiscutible en nuestros corazones.
Olores que relacionamos a momentos vividos. El hogar de mi querida abuela Mariana tenía un olor particular. Al entrar en aquel lugar, me llenaba de mi abuela, era su olor. Olía a jabón natural, el que ella hacía de forma artesanal en un barreño grande de plástico de color verde, con sosa cáustica y aceite usado. Olía a geranios, a clavellinas, a café recién hecho. Su carita olía a polvos de madera de oriente, a jazmines, a pastilla de Heno de Pravia. Le gustaba perfumar el hogar con perfumador a olor de rosas. Cuando olía así, era que la abuela acababa de fregar el piso. Era su toque final.
Recuerdos del sonido de la radionovela o de las noticias. Sonidos que venían de una antigua radio de principio de siglo, encima de una estantería en alto, en la pared; y sentada en la mesa de la cocina escuchando con atención lo que decían en aquel aparato, le gustaba oír el parte como ella decía, haciendo ganchillo o croché con verdadero arte.
Momentos que hacen que traspase la barrera del pasado como el sonido de mi abuela atizando con la paleta el brasero de picón, echándole alhucema para impregnar de su olor la casa. Parece que la esté oyendo ahora. Cuando me decía con su acento de pueblo:
- "Niña, alcánzame la jaula del canario, que no llego, que lo voy a arreglar, verás como se pone de contento y nos canta".
Me llenaba de ternura mirarla mientras limpiaba la jaula y no dejaba de piropear al pájaro como si fuera un bebé. Hasta parecía que la entendía y le respondía con su piar. Lo limpiaba con dulzura encima de la pila, en la que había puesto una madera, que le servía de mesa de trabajo, esa pila que a ella le gustaba utilizar mejor que la lavadora, decía que la ropa quedaba mejor, y que sólo la utilizaba cuando cambiaba las sabanas.
Nada ni nadie la había cambiado, era como siempre había sido, tan especial, con su sonrisa, con su genio vivaracho, con su pasión por todo lo que hacía. Convertía sus pequeños quehaceres en todo un arte. Te ibas con la sensación de quererte quedar con ella, en aquel lugar, además no te dejaba que te fueras, tenías que comer algo, siempre estabas delgada para sus ojos, aunque mi espejo no dijera eso nunca de mí.
Buscaba en su alacena pintada de azul y te sacaba según la hora pestiños, roscos, dulce de membrillo, o aceitunas, o algo de la ultima matanza, chorizo, morcilla... todo echo por ella. Todo lo que estaba prohibido para cuidar la línea ella te lo ponía en bandeja. ¡Y cualquiera le decía que no! Ya harías dieta otro día, aquel por supuesto que no.
La visita de sus nietos y después de mis hijos, por aquellos entonces casi bebes, la llenaba de júbilo y ánimo. Decía que la rejuvenecía nuestras visitas que éramos su herencia como su hermoso apellido.
Aprovechaba nuestros encuentros, para sentarnos alrededor de ella y contarnos sus cosas, nos ponía al día de los problemas y de la salud de sus vecinas, nos preguntaba por los nuestros, con verdadera preocupación. A veces cuando la conversación derivaba a su pasado, cogía su caja de galletas (de esas metálicas, con dibujos antiguos) y empezaba a sacarnos fotografías llenas de historia, la cartilla militar del abuelo, manchada de sangre (al llevarla en el bolsillo camisero) al que mataron en la guerra, por salvar a un compañero, pero un soldado marroquí le disparó haciendo que la vida de mi querida abuela cambiara para siempre, para mi madre que empezaba a andar y para todos nosotros que no pudimos nunca abrazarlo ni tener la suerte de conocerlo. Sólo teníamos referencia de él por sus cartas, escritas con tinta y con mucho amor. Y de un cuadro que colgaba de la habitación de mi abuela (vestido de soldado) junto al Cristo de escayola que presidía el cuarto.
Miles de historias sacaba de cada detalle, de los objetos que habitaban en aquella caja y que hacía que la abuela Mariana siempre suspirara con mucha nostalgia y melancolía.
Olores, momentos, sonidos, miradas, lugares, que cada vez que los sienta, sentiré a mi abuela.
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La nostalgia va unida a la ternura y la ternura al arte de amar. La nostalgia es mi recuerdo, mi mirada hacía atrás con romanticismo y quizás con algo de tristeza si el causante de estos sentimientos ya no está, con nosotros.
Puede que sea como echar de menos a olores, momentos, sonidos, miradas, lugares o personas que dejaron su huella indiscutible en nuestros corazones.
Olores que relacionamos a momentos vividos. El hogar de mi querida abuela Mariana tenía un olor particular. Al entrar en aquel lugar, me llenaba de mi abuela, era su olor. Olía a jabón natural, el que ella hacía de forma artesanal en un barreño grande de plástico de color verde, con sosa cáustica y aceite usado. Olía a geranios, a clavellinas, a café recién hecho. Su carita olía a polvos de madera de oriente, a jazmines, a pastilla de Heno de Pravia. Le gustaba perfumar el hogar con perfumador a olor de rosas. Cuando olía así, era que la abuela acababa de fregar el piso. Era su toque final.
Recuerdos del sonido de la radionovela o de las noticias. Sonidos que venían de una antigua radio de principio de siglo, encima de una estantería en alto, en la pared; y sentada en la mesa de la cocina escuchando con atención lo que decían en aquel aparato, le gustaba oír el parte como ella decía, haciendo ganchillo o croché con verdadero arte.
Momentos que hacen que traspase la barrera del pasado como el sonido de mi abuela atizando con la paleta el brasero de picón, echándole alhucema para impregnar de su olor la casa. Parece que la esté oyendo ahora. Cuando me decía con su acento de pueblo:
- "Niña, alcánzame la jaula del canario, que no llego, que lo voy a arreglar, verás como se pone de contento y nos canta".
Me llenaba de ternura mirarla mientras limpiaba la jaula y no dejaba de piropear al pájaro como si fuera un bebé. Hasta parecía que la entendía y le respondía con su piar. Lo limpiaba con dulzura encima de la pila, en la que había puesto una madera, que le servía de mesa de trabajo, esa pila que a ella le gustaba utilizar mejor que la lavadora, decía que la ropa quedaba mejor, y que sólo la utilizaba cuando cambiaba las sabanas.
Nada ni nadie la había cambiado, era como siempre había sido, tan especial, con su sonrisa, con su genio vivaracho, con su pasión por todo lo que hacía. Convertía sus pequeños quehaceres en todo un arte. Te ibas con la sensación de quererte quedar con ella, en aquel lugar, además no te dejaba que te fueras, tenías que comer algo, siempre estabas delgada para sus ojos, aunque mi espejo no dijera eso nunca de mí.
Buscaba en su alacena pintada de azul y te sacaba según la hora pestiños, roscos, dulce de membrillo, o aceitunas, o algo de la ultima matanza, chorizo, morcilla... todo echo por ella. Todo lo que estaba prohibido para cuidar la línea ella te lo ponía en bandeja. ¡Y cualquiera le decía que no! Ya harías dieta otro día, aquel por supuesto que no.
La visita de sus nietos y después de mis hijos, por aquellos entonces casi bebes, la llenaba de júbilo y ánimo. Decía que la rejuvenecía nuestras visitas que éramos su herencia como su hermoso apellido.
Aprovechaba nuestros encuentros, para sentarnos alrededor de ella y contarnos sus cosas, nos ponía al día de los problemas y de la salud de sus vecinas, nos preguntaba por los nuestros, con verdadera preocupación. A veces cuando la conversación derivaba a su pasado, cogía su caja de galletas (de esas metálicas, con dibujos antiguos) y empezaba a sacarnos fotografías llenas de historia, la cartilla militar del abuelo, manchada de sangre (al llevarla en el bolsillo camisero) al que mataron en la guerra, por salvar a un compañero, pero un soldado marroquí le disparó haciendo que la vida de mi querida abuela cambiara para siempre, para mi madre que empezaba a andar y para todos nosotros que no pudimos nunca abrazarlo ni tener la suerte de conocerlo. Sólo teníamos referencia de él por sus cartas, escritas con tinta y con mucho amor. Y de un cuadro que colgaba de la habitación de mi abuela (vestido de soldado) junto al Cristo de escayola que presidía el cuarto.
Miles de historias sacaba de cada detalle, de los objetos que habitaban en aquella caja y que hacía que la abuela Mariana siempre suspirara con mucha nostalgia y melancolía.
Olores, momentos, sonidos, miradas, lugares, que cada vez que los sienta, sentiré a mi abuela.
7 comentarios
Mariose -
Un beso y un abrazo fuerte.
Trini -
Un abrazo amiga
white -
Entre Líneas -
desiree -
un beso
Mariose -
Quizás seamos unos presumidos, que nos creemos que tiene que haber algo más, pero que alguien venga y me lo diga, que me devuelva mi fe...porque sin fe ¿qué somos? No se, me voy a dar una ducha a ver si me aclaro... que estoy espesa.
monocamy -
Pero espero que no caigas en el error de todo el mundo. Esto es: enterrarla dos veces.
Cuando alguien nos deja nos duele perderlo, se interrumpe la comunicación. Pero ¿se interrumpe definitivamente?
Lo digo porque nos pasamos la vida deseando cositas, albergando esperanzas post-vitales y cumpliendo requisitos espirituales y al final todos lo que pierden a alguien.... ¡lo dan por perdido!
No lo entiendo...
Os volveréis a ver. :)
Sin prisa, eso sí. Sin prisa.
:***